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Estos trozos de papel desperdigados por la mesa son algunas de las preguntas que los y las adolescentes de los IES de Pinto donde hemos intervenido esta primavera tienen. Es una imagen sencilla que dice mucho: que tienen preguntas y dudas muy diversas, curiosidad, ganas de hablar, de entender y, sobre todo, de tener a alguien con quien poder preguntar sin miedo.
También dicen que hacer estas preguntas de manera anónima ayuda. Se trata de la última parte del taller: repartimos una hoja de papel a cada persona de la clase. "Podéis escribir alguna pregunta o poner cualquier otra cosa. Luego leeremos las preguntas y así nadie sabrá quién ha preguntado qué." Porque hay vergüenza, porque hay miedo, porque parece que tienen que saberlo todo a pesar de que, como sociedad, nos ocupamos muy poco de contarles, explicarles y estar disponibles para sus preguntas.

En cada sesión, esta lluvia de preguntas nos recuerda lo mucho que necesitamos referentes positivos en sexualidad. Porque hoy, la mayoría aprende sobre sexualidad un poco como si se aprendiera a conducir tan solo viendo películas de la saga Fast and Furious: mucha acción y riesgo, muchos estereotipos, mucha violencia, mucho ruido... pero muy poca realidad sobre lo que de verdad importa: la comunicación, el respeto, el consentimiento, el deseo, los cuidados, el placer compartido...
Por eso es tan importante hablar de pornografía: porque es la fuente principal (y a menudo la única) que tienen los y las adolescentes para aprender sobre relaciones afectivo-sexuales. Y porque la mayoría de lo que enseña la pornografía mainstream se basa en la masculinidad hegemónica. Un modelo que explica a los chicos que hay que ser dominante, fuerte, infalible, que el placer es solo suyo, que las emociones son una debilidad y que la comunicación o el consentimiento no existen o, si existen, no importan. Un modelo que explica a las chicas que su papel en el sexo es complacer al hombre, hacerle disfrutar, aún a costa de prácticas sexuales que no les apetece realizar.
La pornografía y la masculinidad hegemónica se retroalimentan y se refuerzan. Si no creamos referentes distintos, si no abrimos otros espacios, si no mostramos que hay más formas de ser hombre y de vivir la sexualidad, los chicos se quedan solos frente a una pantalla que lo cuenta todo en claves de poder, violencia y cosificación de las mujeres.
Por eso estamos aquí, y por eso seguimos apostando por talleres donde las preguntas valen más que las respuestas. Porque solo así podemos empezar a imaginar otros caminos, con más respeto, libertad y placer para todas y todos.